lunes, 29 de febrero de 2016

NI UNA SONRISA PAPAL PARA MACRI

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Una sonrisa por el amor de Dios. La palabra pordiosero viene precisamente de ahí. De los que piden una limosna por el amor de Dios. Pide por Dios, y por eso se les dice pordioseros. Eso es lo que parecíamos una gran parte de los argentinos. Los creyentes lo decían a modo de plegaria. Los dudantes como yo, casi como un rezo laico. Santo Padre Francisco, una sonrisa por el amor de Dios.
Esa persona que está a su lado es el presidente que los argentinos elegimos ejerciendo con legalidad y legitimidad la soberanía popular.
Esa persona que está a su lado es un jefe de estado que se encontró con un descalabro monumental plagado de mentiras en la economía y con un nivel de corrupción nunca visto desde 1983 a la fecha.
Muchos de los que votaron a ese señor que le da la mano con una sonrisa lo hicieron porque estaban hartos del autoritarismo de estado y del ataque a la libertad de prensa y a la justicia independiente.
Tal vez por eso, aunque sea por misericordia o por lástima, millones de argentinos frente al televisor repetían la cantinela: “Santo Padre, una sonrisa por el amor de Dios”. Un gesto de solidaridad y respaldo a la tarea titánica que tiene por delante ese ser humano que es un jefe de estado que por primera vez no es peronista ni radical y que no tiene mayorías parlamentarias.
Fue muy extraño lo que pasó. No quiero utilizar la palabra ofensa porque quiero ser respetuoso con la investidura del Papa. Pero yo le aseguro, porque lo sentí en el cuerpo, que ese sábado frente al televisor hubo millones de argentinos que se sintieron ofendidos y desilusionados.
No le pedían demasiado al Papa celeste y blanco por el que sienten devoción. No le estaban mendigando nada excepcional. Todos sabían que era imposible que el Papa Francisco abrazara al señor que tenía al lado como hizo tantas veces con Omar “El Caballo” Suarez, uno de los sindicalistas más corruptos y violentos y amigos de Cristina que acaba de ser desplazado de su cargo e intervenido su sindicato.
Todos los que siguen la política más o menos de cerca y admiran al Papa y lo creen el argentino más importante de todos los tiempos como es mi caso, sabíamos que jamás iba a tener un trato familiar y de viejos amigos como lo hizo con Guillermo Moreno al que va a prologar un libro en el que van a participar otros economistas populistas convocados por la Santa Sede.
Cualquier ciudadano sabe que Moreno está en el podio de los argentinos con mayor imagen negativa. Es un ícono del patoterismo de estado, la grosería, los matones a su lado y la mala praxis profesional. Hasta Cristina se lo tuvo que sacar de encima porque era un piantavotos gigantesco. Tal vez el Papa no lo sepa y crea que Moreno sigue siendo ese caudillito peronista provocador y folcklórico de otra época.
Nadie bien informado le hubiera pedido al Papa que se fotografiara con unos globos amarillos tal como hizo con la camiseta de la Campora. O que le dispensara chacoteos, anécdotas y una actitud afectiva como lo hizo cien veces con Cristina.
Pero una sonrisa y un vaso de agua no se le niegan a nadie. Un gesto. Nadie iba a acusar de derechista e insensible al Papa de los pobres si le hubiera dicho algo amable aunque sea de compromiso.
El jefe máximo de la iglesia, podría por ejemplo haber pronunciado la siguiente frase: “Señor, le deseo que tenga suerte. No por usted, lo digo por los argentinos que más sufren que necesitan un gobierno que los contenga y los saque de la pobreza.
Conozco que hay muchos problemas muy graves en nuestro país. Creo que si a usted lo acompaña la fortuna y trabaja bien en cuatro años habrá menos argentinos excluidos, menos fractura social y menos narcos. Por eso le deseo suerte, no a usted, que quede claro, le deseo suerte al país en esta etapa que recién comienza”.
Pero nada de eso se dijo. Ni siquiera esas palabras imaginadas tan vacías de compromiso. No le hubiera costado nada al Papa decir algo así. Pero nada, che.
Estaba como empecinado, como enojado. Ni una sonrisa hubo para quien tiene que levantar una hipoteca de terror que le dejó la señora a la que el Papa le dedicaba la siguiente frase: “Cuiden a Cristina”.
Está muy bien. Hay que cuidar a los presidentes constitucionales, es como cuidar el sistema de convivencia menos malo que se conoce que es la democracia repúblicana.
Estuve tentado de preguntarle retóricamente al Papa: ¿ Y a ese señor que está a su lado, cree que hay que cuidarlo o tratarlo con la frialdad de un témpano como lo hizo usted? ¿Cuál es el mensaje? ¿Qué nos quiso decir a los argentinos con ese rostro imperturbable y árido? ¿Qué la mayoría se equivocó y que con Scioli, La Campora, Guillermo Moreno y Cristina hubiéramos estado mejor? ¿Cuál es el mensaje de un Papa que en el mundo lucha maravillosamente para combatir la corrupción, la violencia y la pobreza y que para su país solo puso la cara que puso?
Lo del rosario bendecido a Milagro Sala es un paso más inquietante y peligroso, todavía. Ella no es una luchadora social que está presa por eso. Ella es la patrona del mal, está acusada de ser la jefa de una asociación ilícita y extorsiva y por eso pocos la defienden en su propia tierra. Son los propios pobres de Jujuy los que la denuncian por el robo de dinero que era para ellos, de narcomenudeo, de amenazas y patoteadas feroces que incluyeron la sospecha de la participación de ella en tres muertes.
En una de ellas fue la propia Milagro la que le partió el cráneo en tres pedazos de un culatazo a un dirigente social llamado Lucas Arias y encima eso ocurrió adentro de un despacho del gobierno de Eduardo Fellner.
Esta historia es apasionante para analizar porque genera volteretas en el aire de las más increíbles. Página 12 por ejemplo se burlaba del presidente argentino diciendo que no hubo globos en el Vaticano y que la entrevista fue express, de apenas 22 minutos.
Dos cosas tan ciertas como que el principal columnista de ese diario, Horacio Verbirtsky, acusó al actual Santo Padre de haber manchado sus manos con sangre al entregar sacerdotes a las catacumbas de la dictadura militar. Cristina tardó 48 horas en celebrar al nuevo Papa porque estaba convencida, igual que su marido, que era el jefe de la oposición. Por eso lo satanizaron, lo ningunearon y lo hicieron espiar por los topos de la vieja SIDE.
Es asombrosa la rapidez que tuvo el Papa para perdonar todo eso y al actual presidente no le perdona no se sabe qué. Porque si el problema es que Macri es millonario, hay que decir que Cristina lo es más y que logró enriquecimiento súbito pese a que con su esposo fueron funcionarios durante los últimos 30 años.
Es comprensible que el gobierno argentino trate de minimizar lo evidente. Políticamente no pueden presentar la entrevista como un fracaso. Pero el trabajo de los periodistas es otro. Tratar de decir lo más aproximado posible a una verdad y hacerlo sin medias tintas ni pelos en la lengua. Por lo menos es lo que yo creo que debe ser nuestro oficio. No importa a quien perjudique o beneficie.
Y la verdad es que el Papa está en todo su derecho de simpatizar con los regímenes populistas y autoritarios de la región aunque ahora empiecen a extinguirse. El cree que para los humildes no hay alternativa mejor.
Insisto, el Papa tiene todo el derecho del mundo de defender sus ideas, pero es una verdadera lástima que en esa tarea no extirpe de su alrededor a los corruptos y a los violentos. Como dijo la doctora Elisa Carrió. Es riesgoso que se empodere a los violentos desde la religión.
Es cierto que fue un encuentro histórico. El Papa y un señor llamado Mauricio Macri que por ahora y hasta que haya nuevas elecciones es el presidente de este país.
El que tendrá que hacer las cosas lo mejor posible, El que tiene que pagar los platos rotos y levantar la hipoteca. El que debe pacificar lo que el kirchnerismo envenenó.
Ese señor se fue del Vaticano con la certeza de que no es querido en ese lugar. Y con los murmullos que llegaban desde Argentina, de un parte importante de los argentinos que frente al televisor, como pordioseros, casi en actitud mendicante, pedían: “Santo Padre, una sonrisa, por el amor de Dios”
Alfredo Leuco.-

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